Un escenario desolador... Una soledad extraña, que solo es posible sentir cuando la aglomeración de personas se excede en cantidad y se eleva a proporciones ridículas. No obstante, dentro de la multitud no se respira otra cosa que individualidad. El escenario de la cotidianidad reflejada en el transporte público, como el mal normalizado, como la incomodidad necesaria para cumplir las obligaciones diarias, como el punto de encuentro de infinidad de realidades singulares, en el cual no existe, salvo algunos casos atípicos, interacción entre el sinnúmero de universos reunidos. La vida citadina ha llevado a los hombres a crear este tipo de espacios, en el que se ven solitarios entre la masa. Y es que la hostilidad de la ciudad lleva a la desconfianza general por el otro. Y en este tipo de lugares, en el que el contacto con la otredad es inevitable, se produce un fenómeno indeseable, una invasión al espacio personal, por un extraño, un universo ajeno. Esto se traduce en una aversión hacia el entorno, no sólo por la desagradable aproximación de los demás, sino porque el prójimo se convierte en competencia, en un rival que también está luchando por la apropiación del escaso espacio disponible en el trasmilenio.
En un intento por reafirmar los límites perdidos, los individuos recurren a las pocas herramientas que tienen a la mano para alejarse de ese otro que le genera desconfianza. Los teléfonos celulares y los audífonos se convierten en los principales aliados del humano citadino promedio, que recupera parte de su singularidad al sumergirse en un espacio que le es propio. De no tener acceso a estas útiles herramientas, terminarán por introducirse en sus pensamientos de modo que las personas a su alrededor se conviertiran en entes que adornan el paisaje opaco del bus o la estación. Ya poco le interesan esos rostros que esperan o se transportan con él, no los retendrá en su memoria porque prefiere imaginar que no están allí.
Y así, entre ideas, música y redes sociales, se configura el lugar más inhóspito y árido de Bogotá.
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