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Mostrando entradas de 2020

Ana

 Estaba sola en el apartamento. Por la ventana se lograban divisar las nubes grisáceas y las gruesas gotas de lluvia que golpeaban contra el pavimento. Todas las ventanas estaban cerradas, pero al interior de las habitaciones se sentía como si la borrasca estuviera recorriendo cada rincón. Ana, pese a estar debajo de tres capas de cobijas, no podía dejar de temblar, sentía como si el agua helada que azotaba las calles estuviera circulando a través de sus venas y progresivamente permeando sus huesos. Ella se estremecía entre las cobijas, rogando a Dios que el movimiento le permitiera sentir algo de calor. Sus manos estaban entumecidas, su rostro pálido y el ritmo cardiaco cada vez era más débil. Su respiración era lenta, pero entrecortada - Señor, ¡ayúdame! ¡AYÚDAME! – suplicó entre llantos. Permaneció callada unos instantes, rezando para hallar la fortaleza para salir de su tormento - ¡Dios! ¡Tienes que ayudarme!  - Dios te ha dejado abandonada querida – dijo una voz susurra...

Inconcluso

¡Auxilio! ¡Por favor, sáqueme de aquí!  Me atraparon en este cuento inconcluso. El autor es vago, me dio vida, pero no se encargó de terminar de darle un rumbo. Estoy atrapado en esta narración y no tengo opción de salir hasta que la historia finalice ¿Cómo me puede ayudar? Por favor ayúdeme a continuar con la historia, al menos a desarrollar un poco los eventos. ¿Cuál historia? Tiene razón, debo primero narrarme para que puedan completarme. Le contaré cuál es el desarrollo que me han venido dando. Soy un profesor de matemáticas de un colegio público, aparentemente tengo el cabello corto, mido un metro setenta y me gustan vestir de camisas a cuadros. Así me introdujo el narrador en el cuento, no indicó donde vivo, cuándo nací, no ahondó demasiado en mí descripción. Detalló con mayor cuidado los sucesos que me ocurrieron: Cuenta él que salí una tarde del colegio y me dirigía a mi casa. Iba cruzando por la cebra de un semáforo y dirigí la mirada a la acera del frente. ...

Postsuicida

Había dejado la carta sobre la mesa, todo estaba listo. Abrió el frasco de veneno y lo observó con detenimiento. - ¡A la mierda! - gritó molesta - ¡Jueputa! - Estampó con ira el frasco contra la pared - ¡No! ¡No! ¡No! - agarró la carta con fuerza y la rasgó desesperada - ¡No! La sensación que invadía su cuerpo era de una profunda intensidad, parecía que su piel quería obligarla a impactar el cristal de la ventana, atravesarlo y emprender huida. Lanzó un grito hacia el techo - ¡No puede ser! ¡Todo estaba listo! ¡No puedo, no puedo, no puedo! - la muerte se alejó de nuevo de sus posibilidades. ¡No tenía otro plan! Quedó atrapada en la vida, suspendida en el fatal envoltorio del tiempo transcurriendo. El tedio empezó a escalar desde los dedos de sus manos y sus pies, y a trepar lentamente llenando cada poro que se iba tropezando en su camino. La voz rasgada no paraba de salir de su garganta. Su diafragma empujaba el aire de sus pulmones con violencia, su corazón luchaba por no astilla...

Un día cualquiera en cuarentena

Si algo he aprendido en esta pandemia, es que la condición de encierro suscita pensamientos inusuales, ideas que en el vivir cotidiano, que teníamos hace un par de semanas. no tendrían cabida alguna en mi cabeza. Podrían llamarse, pensamientos del encierro. Hoy, mirando desde los límites de mi encierro, mi ventana, ha surgido uno muy particular. Tuve la idea de que es la primera vez en mi vida, que la realidad de afuera me parece irreal. El afuera está vacío, y no solo porque no haya personas, sino porque es inhabitable, nada acontece, nada sucede. O por lo menos así lo siento. Miro desde la ventana y veo las luces encendidas de los apartamentos en la distancia. Cada una de esas cajitas iluminadas, que se ven a través del cristal, es un micro-universo. Todas nuestras realidades están suspendidas en la nada, emergen inconexas, una adyacente a la otra, pero sin tocarse, sin mezclarse. Cuántas cosas no estarán aconteciendo en cada una de esas cajas, en cada micro-universo. Cad...