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Desahogo maduro de la mente

Hace varios años publiqué una entrada llamada "Desahogo de la mente". Mucho ha llovido desde entonces. Hoy vengo con un texto con el mismo propósito, descargar mi cabeza de ideas. También con una intención viceral, pero con menos rabia, más amable hacia mí, hacia la vida. Estoy en un momento existencial extraño, estoy... suspendido, muy conciente de lo que hago, siento y vivo, pero un poco perdido, mi rumbo es... borroso. Tengo metas en marcha, no muy formadas, no muy robustas, pero en marcha. 

Me siento extraño, ajeno, pero no descolocado. Me cansé de buscar encajar, entiendo ahora que encajar no es lo mismo que simpatizar. Encajar... Es algo que no podré hacer... No porque carezca de las herramientas para hacerlo, sino porque es difícil que me quede en un solo lugar y lo haga "casa". Mi destino en lo colectivo es saltar, empaparme en aguas de diversa índole. Familiarizar, pero no asentarme. Esto es más metafórico que pragmático. Claro que me he asentado, en la música, en el trabajo, en mi apartamento, en mis amigos. Pero... Es un asentamiento que siempre se sentirá temporal, así persista hasta el fin de mis días. Nada es casa, todo es chapuzón, pasadía, mi silueta no se quedará enclaustrada en ningún lado, porque así no es como quiero vivir, experimentarme, el día que me asente, me muero. 

Crear por encima de persistir. Improvisar por encima de reproducir. Soy una silueta que se deforma cada tanto. Una silueta que por más de que persista en el tiempo, sabe que su destino es trasmutar. Si me quedo en algún lado es porque elijo y deseo quedarme, no porque deba o tenga que hacerlo. Reducir el deber a lo es enteramente ineludible, de ahí para arriba, es elección. Aceptar lo ineludible como intrínseco al camino y no cómo obstáculo. Lo que se queda y decido no cambiar, que sea por impulso creativo y no por miedo al porvenir. 

La gratitud cómo herramienta contra el miedo y la culpa. Agradecer lo que hay y no invalidarlo por lo que no hay. El edificio empieza a existir en los cimientos, no en los planos. O mejor dicho, los planos son potencia, los cimientos el inicio de la instanciación. Mutar no implica dejar inacabado, finalizar para sentir el gusto de completar, para la autoestima, para el sentido de la vida. Nada de malo tiene no acabar lo que no se desea acabar... Pero si están las condiciones y el deseo por hacerlo... Abandonar hace más daño que continuar. 

Dejar de perseguir lo que nunca he querido. Dejar de contrastarme, dejar de comprarme, dejar de marchitarme. Reconocer que no puedo devenir otros sujetos. Puedo ser, instanciarme, en lo que está en mis posibilidades. Comulgar con lo productivo y abandonar el fantasma. El deseo productivo de Deleuze y Guattari es más que un concepto en un libro, es una lección moral, ética, así haya sido o no su intención. Lo que no se tiene, si no es potencia es fantasma, es engaño imaginativo. Es impotencia del ego. El rumbo es borroso, pero no oscuro, no intransitable, se puede forjar, se puede crear. La vida es un ejercicio artístico, es un continuo crear. El sentido de la vida es amasar el ahora con la plastilina del atrás pero con la vista hacia adelante. El camino lo da el futuro, pero el sentido lo dan los pies que caminan. 

Vivir el hoy no es anquilosarse a un eterno presente, es reconocer el suelo bajo los pies y las huellas que estos han dejado. Hacer es en sí mismo ganancia. No es lo mismo tener propósitos que vivir con base en propósitos. Tener propósitos alivia el recorrido, ayuda a pisar con más firmeza, pero el propósito no es el que da sentido, los pies que caminan hacia ese propósito son los que marcan la ruta. El sentido de la vida es amasar el ahora con la plastilina del atrás pero con la vista hacia adelante.

La palabra "maduro" del título de esta publicación, aparece contrastando con aquella del 2017. No porque ahora sea más sabio que antes, sino porque los conflictos de ese entonces son los mismos de ahora, pero con nuevas perspectivas para las respuestas, son conflictos "madurados", pliegue tras pliegue, iteración tras iteración, han permitido que los pueda ver con menos miedo. No tengo todavía respuestas (pese a lo categórico que he sido con algunas definiciones, son solo enunciados, no aseveraciones fuertes sobre nada), pero cada vez las dudas se hacen menos agobiantes, cada vez... Me siento más tranquilo en la contradicción, en la discrepancia, cada vez reconozco más lo conflictivo como aquello que disuade a la expectativa. 

En aquel entonces, hablaba de Nietzsche bailando desnudo alrededor de su sala, pero me concentraba más en su locura, que en su danza. Quizá Nietzsche no estaba loco, quizá eligió danzar al ritmo de la vida y no dar tumbos dejando que está pase por encima de él... Bailar al ritmo del presente y no chocar constantemente con él.

A lo mejor es sentido de la vida no es amasar el presente sino danzar a su ritmo... 

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