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Para iluminar la sombra

 Hay una sombra que tengo por dentro. Es una sombra que tiene garras y colmillos, las tiene para protegerme, pero cada vez que las muestra me rasga las entrañas. Se despliega cuando me siento pequeño, aparece cuando me siento incapaz: "si no te sientes suficiente, vamos a hacer insuficiente a los demás". Habla pestes, encuentra grietas y fallos en los demás, lanzo veneno para reducir a mis adversarios, no para dañarlos, para igualarlos, el gusano que critica a la mariposa por no arrastrarse con habilidad. "La mariposa vuela porque no puede arrastrarse". El problema es que el veneno corroe mientras sale del cuerpo. La sombra me captura, me vuelve fiera, me vuelve miedo, me vuelve rabia. 

No tiene mala intención, pero destruye más de lo que construye. La sombra acciona desde lo que no tengo o no soy, para ver lo que no tienen o no son los demás. Pero soy tanto que la sombra no ve: si la sombra supiera todo lo que tiene que opacar en mí, para opacar a los demás a lo mejor se guardaría las garras y dejaría de amenazar a mansalva; a lo mejor la sombra dejaría de ser sombra y pasaría a ser luz. Hay cosas que otros tienen y yo no, pero no porque me falten esas cualidades... A mí nada me falta, contengo actual y virtualmente todo lo que necesito, puedo ser más, puedo desplegarme de forma diversa, pero nada de lo que soy es carencia, la expresión en sí misma es una contradicción. 

Todo lo que es, es heterogéneo, múltiple, todos tenemos una historia diferente, unas potencias diferentes, de ahí que haga todo el sentido que cada uno tenga cualidades que otros no. Pero ese "no tener", nace de la distinción, no de una ausencia. Toda comparación alimenta la sombra, la sombra nace de un sentir de insuficiencia. Pero las luchas de la sombra, son luchas necesariamente perdidas. El no tener es una condición inseparable de lo existente, pues es consecuencia de la diferencia. Siempre estaré inmerso en un contexto de heterogeneidad, y por ende, de no tener, porque no soy un dios y no reúno todas las cualidades habidas y por haber. La sombra lucha contra la disposición misma de lo real. Molestarse porque hay cosas que otros tienen y yo no, es como molestarse porque estoy obligado a respirar. 

Por supuesto que la sombra desgarra, porque está intentando pelear contra la naturaleza misma, ningún artilugio que utilice le va a bastar para superar la sensación de insuficiencia. La única forma de transformar la sombra, es concentrarse en la otra condición que es consecuencia de la diferencia, el tener. Somos, cada uno, particularísimo, la cantidad de factores que nos singularizan es abrumador, empezando por el cuerpo, nadie puede encarnar mi cuerpo más que yo. La experiencia subjetiva es intransferible, así como mi historia personal. Reconocer que cada uno tiene una autenticidad, es el primer paso para volver la sombra luz. Tener la mirada enfocada sobre lo que me hace singular, me permite transitar caminos para potenciar eso que soy. Lo que se tiene se convierte en un valor intrínseco de cada uno. La luz nace del sentir de suficiencia, que no es otra cosa que el reconocimiento de esa particularidad, del entender que la diferencia, esa condición del existir, implica que cada cosa tenga una suma de cualidades inmanentes que por condición ontológica son intransferibles (no inmutables). 

Lo que alumbra esa luz, es siempre una victoria, porque es una conquista constante de posibilidades singulares, nadie es lo que yo soy. Puedo converger con muchas cualidades de otras personas, pero no desde la comparación, sino desde el reconocimiento de ese valor de lo auténtico. Lo que otros tienen deja de convertirse en lo que yo carezco y se vuelve en una admiración por el otro, que coexiste perfectamente con esa admiración por mí mismo. Qué valioso que soy, porque nadie es como yo, que valiosos son los otros, porque nadie es como ellos. 

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