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Escrito incoherente

Hola, no tengo idea de lo que quiero escribir. Este es uno de estos textos que no están premeditados, de aquellos que solo se hacen por la acción misma de escribir. ¿Será que siempre es necesario tener un tema para realizar este ejercicio? Llevo varios días intentando escribir sobre diferentes temas en el blog. Desde el bien y el mal, la apatía, el sexo, diversas entradas sin futuro han dado su breve visita detrás del telón. Pero ahí se quedaron, en borradores, en esfuerzos en vano de comunicar un mensaje.

Y si, tengo mucho de qué hablar respecto a los temas mencionados, pero poco que escribir. La razón es simple, los he abordado tanto, que terminé por quitarles la magia. Los normalicé, los volví vacuos. Esa es la desventaja del discurso, de las ideas consolidadas, no llevan a pensar, no interpelan. Escribir ayuda a aterrizar ideas en bruto, puesto que fuerza a la mente a organizar el caos que se desenvuelve en la cabeza. No obstante, como no tengo aún nada por organizar, decidí utilizar la escritura para hallar algo en qué pensar.

No sé si la idea suena ridícula, pero pareciera estar funcionando. Hace tiempo no tecleaba estas letras con tanta fluidez. Quién diría que no tener nada que decir, diera tanto por escribir. A lo mejor no sólo funciona con la comunicación escrita, de pronto tener un ejercicio de estos en una charla con otro, daría resultados también interesantes. O a lo mejor no funciona en doble vía.

-  ¿No te parece injusto siempre tener la necesidad de tener un tema de qué hablar?
- Pero... Así funcionan las conversaciones, ¿Cómo dirigirse al otro sin hablarle?
- No, no digo que dejemos de hablar, digo que sería agradable hablar de cualquier cosa sin necesidad de seguir un hilo.

¡Oh la incoherencia! No se valora lo suficiente. He de confesar que estando solo hablo y digo estupideces, incluso he llegado a reír de las ridiculeces que resulto articulando. No sé si soy el único que hace esta actividad, ¿Cómo he de saberlo? Si nadie suele hablar al respecto. Pero en la soledad no hay por qué temer a la irracionalidad, ¿Qué nos limita en lo público?... ¿Ser tildados de locos?... ¿Es porque la vida en sociedad demanda ciertos estándares de comportamiento? ¿O será que la locura es más apreciada en la intimidad?... Señor lector, lo invito a la incoherencia. ¿No está agotado de siempre seguir un orden en sus acciones?

¡Cabeza mía!¡Sigue maquinando! Vas 20 minutos interrumpidos de ideas. Algo coherente saldrá de aquí, o no, ¡Qué más da!  Ha sido un ejercicio muy reconfortante. Se lo sugiero de nuevo señor lector, déjese llevar por ese usted caótico que lleva adentro. No el hedonista, no el emocional, esos tienen sentido. El que come sin hambre, el que coge sin ganas, el que baila sin ritmo. Sea el que vive aunque no tenga motivos. Descanse de vez en cuando del usted consolidado, de la personalidad forjada, de las pasiones incontenibles, de la lógica irrefutable. Tal vez escapar de los resultados permita crear sin ninguna restricción.

Este texto no tiene conclusión, ¿Cómo concluir lo que ni siquiera tiene tesis?

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