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Resolución

-Señor...¿tiene permiso para cargar esa pistola? - dijo el policía con desconfianza.
- No, no lo tengo.
- ¿Usted sabe que eso es porte ilegal de armas no?
- Si, oficial - respondí sintiendo como la ira se iba acumulando en mi diafragma
- Por favor entregueme el arma y me temo que va a tener que acompañarme.
- No puedo hacer eso oficial.
-¿Disculpe?
- No puedo hacer lo que me dijo y le ruego que por favor me deje en paz - el hombre frunció el ceño
- Señor, es que no fue una sugerencia, yo soy la autoridad y le estoy dando una orden. No me haga hacerla cumplir por las malas.
- oficial, usted no entiende, no le puedo entregar esta arma - apreté los dientes intentando mantener la calma - por el bien de todos oficial, déjeme en paz -
El policía me dirigió una mirada de enfado, desenfundó su revolver y apuntó a mi cabeza
- Deme...el...arma - Alcé la mirada sumamente irritado
- ¡Jueputa! - tomé con firmeza la pistola y la dirigí a mi sien derecha - ¡Ni usted ni nadie me va a quitar este derecho que tengo! - sentía que la sangre me hervía, no quería testigos, era algo personal, sólo yo debía ajustar cuentas conmigo. Todo había sido planeado con  detalle, había comprado el arma varias semanas atrás.  Y, aunque ya había definido la fecha y la hora, la cargaba conmigo todos los días sólo para recordar constantemente el destino que ya me había determinado.

Tomaba el mismo camino cada noche, siempre con la pistola en el bolsillo, salía del bar, caminaba hasta el sendero empedrado, giraba por la casa de doña María y subía la cuesta para llegar a mi casa. Durante 2 meses lo hice sin falta, pero justo esa noche, cuando por fin mi decisión iba a  ser consumada ¡aparece este  desgraciado y me detiene! Era como el último chiste de mal gusto que me tenía preparado la vida. Pero el acto debía realizarse sin importar las condiciones, ¡Tenía que ser esa noche! No era capaz de soportar un sólo día más.

El oficial bajó su arma y me observó con una expresión de sorpresa - Así que se trataba de eso - dijo sin perder la calma - Por lo que veo ya es una decisión tomada ¿No es así? - asentí con la cabeza, mientras sentía cómo el metal frío del cañón se mecía contra mi piel. Me era inevitable dejar de temblar. No estaba seguro si era por temor o rabia - Descuide, no voy a detenerlo, no hace falta que lo haga aquí, lo voy a dejar ir para que lo pueda hacer en la comodidad de su hogar - lo miré extrañado
- ¿En... En serio? - no dejé de observarlo
- Si, hombre - dijo mientras guardaba su revólver.
- ¿Puedo irme ya? - insistí incrédulo
- Si señor.
- retiré la pistola de mi sien, y la guardé lentamente en mi gabán, sin soltar el dedo del gatillo. Me di vuelta y me dispuse a continuar con mi recorrido.
- ¡Espere! antes de que se vaya - exclamó el oficial. Giré la cabeza para verlo -¿Le puedo hacer una pregunta? - Quería, con cada fibra de mi ser, decirle que no. Sin embargo, no debía abusar de mi suerte
- Eh.. dígame
- ¿Por qué lo va a hacer? - tardé unos instantes en entender la pregunta. Luego, otros tantos en responderla
- Yo... Eh... Son motivos personales - el oficial rió suavemente.
- En otras palabras no me quiere contar. Pero... ¿Por qué no? De todas formas lo va a hacer ¡Qué más da si me lo dice! No es como si algo fuese a cambiar ¿O si? - de inmediato la incomodidad se apoderó de mí al ver cómo sus ojos se clavaban en los míos con una mirada acuciante
- No, nada cambiaría
- ¡Ah! Por eso, cuénteme - sonrió con amabilidad - No se preocupe, queda entre nosotros - no parecía que me lo fuese a sacar fácilmente de encima, por lo que decidí contestar. De todos formas, él tenía razón, daba lo mismo lo que respondiera, esa noche moriría, mis palabras no iban a significar mucho. Por lo que tampoco le vi mucho sentido a mentir.
- Mire, porque estoy cansado del vacío. La vida no me llena de ninguna manera, por lo que encuentro sensato quitarmela
- Lo tiene muy claro. ¿Lo pensó hace mucho tiempo?
- Poco más de seis meses, aunque llevo dos planeando la noche de hoy - el policía parecía un poco desconcertado por la franqueza con la que respondía
- Ya veo. ¿Quiere decir que usted no tiene duda alguna de que lo va a hacer hoy? No hay posibilidad de que se arrepienta a último minuto... ¿Estoy en lo cierto?
- Si, ninguna posibilidad.
- ¿Y por qué temblaba unos minutos atrás mientras sostenía la pistola contra su cabeza?
- Yo... - desvié la mirada y medité unos instantes la respuesta.
- ¿No será que tenía miedo?
- Es posible...
- Pero si está tan seguro... ¿Por qué temer? - Al escuchar esa pregunta me molesté, alcé la vista de nuevo, lo miré con determinación y respondí
- Una cosa no implica la otra ¡Por supuesto que voy a tener miedo! ¿Piensa usted que la certeza elimina el temor? No, se trata de morir, es un miedo imposible de eliminar.
- Y pese al miedo lo va a hacer... Por eso dice que está seguro
- Exactamente, no es que me encante la idea de quitarme la vida. Es que continuar viviendo es una peor opción.
- ¿Por qué?
- Porque si, porque todo pesa, por el terrible tedio que genera la rutina, porque nada llena el inmenso vacío que siento en el pecho; ni el amor, ni el sexo, ni el alcohol, todo es inútil para superar el sinsentido cotidiano. La costumbre perdió fuerza, la volví consciente. El automatismo es regla para sobrevivir en esta sociedad de máquinas. No obstante, no hay automatismo cuando hay una reflexión frecuente de uno mismo. Y esa reflexión no ha hecho más que convencerme de la imposibilidad de aguantar un día más de vida. Maldita mi vida que agota, que genera hastío. ¡La única solución es una bala en mi cráneo, para teñir de rojo el gris de mis días! - terminé de hablar y sentí el sudor caer por mis mejillas. Respiraba agitado, estaba acalorado y mi rostro estaba ruborizado. El policía estaba atónito, levantó las cejas, se mantuvo en silencio unos segundos y un momento después, estalló en carcajadas - ¿¡Qué se le hace tan gracioso!? - pregunté con ira.
- Discúlpeme - respondió él después de tomar aire - es que "teñir de rojo el gris de mis días" muy poético señor - dejó escapar nuevamente una risa tenue - pero para mí usted es un cobarde.
- ¿Perdón?
- Lo que escuchó. Para mí el suicidio es una salida muy fácil, para gente con miedo, débil, sin la templanza necesaria para afrontar la adversidad
- ¿Usted cree que quitarse la vida es una decisión cobarde? ¡Es el acto más valiente que cualquier persona puede tener! ¡Se trata de quitarse el todo!
- Si, es el acto más valiente, si se tratase de alguien que aún está aferrado a vivir. Pero para alguien como usted, para quien es más difícil estar vivo, es cobardía, porque le tiene más temor a la vida que a la muerte y opta por la opción que ve más sencilla. Valiente sería continuar con su vida a pesar del tedio - me tomó por el cuello de la camisa y me lanzó contra el suelo - Usted es un filósofo barato, que justifica su incapacidad de afrontar sus problemas con motivos racionales. En vez de admitir su debilidad, prefiere hablar de vacío, de rutina, de la vida en sociedad, del automatismo y no de su ineptitud de afrontar una realidad que se le escapa de las manos - Se agachó y se dirigió  a mí con una expresión desafiante - Sabe qué pienso, que usted aún valora cosas de esta vida, pero como optó por lo fácil, no quiere darse cuenta. Dígame ¿Usted ha pensado en su familia? ¿O es tan egoísta que ni siquiera los ha considerado a ellos? - Con dificultad me me incorporé - Para usted es fácil hablar - le dije mientras me limpiaba el polvo - usted no tiene idea de lo que es sentir esta carga  Para usted es un chiste - me acerqué a él y lo empujé con rabia - ¿Cómo diablos lo va a entender? No es algo que se comprenda por cualquiera. El absurdo se siente, no se racionaliza. La razón nunca es suficiente para abandonar el mundo, esto no es por ideas, no en mi caso. Los pocos que mueren por ideas, lo hacen cuando se trata de algo trascendental, o están persiguiendo un fin concreto. Adicionalmente, ese tipo de personas se hacen matar, mas no se suicidan. El resto de nosotros lo hace por una sensación insoportable. No se trata de pensar en el vacío, se trata de tener que confrontarlo a diario - El policía tenía una expresión de suma seriedad - Y si señor, si he pensado en mi familia. Usted tiene la percepción de que esto es una decisión arbitraria, que corresponde a un estado de ánimo pasajero, que son solamente pensamientos erróneos de un tipo triste. Pero todas esas consideraciones que a usted se le ocurren, con tan solo unos pocos minutos que lleva de charlar conmigo, a mi me han atormentado durante muchos meses. Han sido innumerables noches con el barullo en mi cabeza, con ideas zumbando de un lado para otro. Y entre todas esos desvelos, la preocupación por mi madre fue un pensamiento recurrente. Créame que me duele pensar en el sufrimiento que le voy a causar - algunas lágrimas comenzaron a resbalar por mis párpados, sin embargo, no quería detenerme. Ni siquiera me tomé la molestia de limpiarlas de mis pómulos - pero hay algo  que usted dijo que puede tener razón. Soy débil, pero no por ello mis razones son menos válidas. Mi madre tiene la templanza suficiente para superar el dolor que le puede causar mi partida. Yo, por otro lado, siento que la existencia me ahoga y un día más acabaría con mi estabilidad mental. Quiero morir en mis cinco sentidos y la certeza de esta noche es lo único que me ha mantenido cuerdo estas últimas semanas - el hombre cambió la mirada y cierta compasión se dibujó en sus ojos. Eso me causó aún más rabia, prefería al policía escéptico que el conmovido. No quería su vista comprensiva, no le conté lo que ocupaba mi cabeza para que me observara con tristeza, no se trataba de tener el papel de víctima - ya tuve suficiente hombre, le dije lo que quería saber, me voy - cuando me di la vuelta, él me sujetó el brazo.
- Espere, una última cosa, déjemela ver otra vez - dijo señalando el bolsillo donde tenía la pistola. Lo observé con extrañeza
- ¿Para qué?
- Yo mismo voy a ir a levantar su cuerpo mañana en la mañana, es un compromiso que hago con usted por haberle hecho perder el tiempo - los ojos del hombre estaban vidriosos - pero... Por favor, déjeme ver el arma con la que lo va a hacer, no le tengo una razón concreta, es... Un aguero, es para mi tranquilidad, para dejarlo ir sin cargos de consciencia, por permitirle hacer algo que va en contra de mi ética profesional - removió un par de lágrimas de sus ojos y continuó - sé que le suena ilógico, pero... Por favor, concedame eso último - Ahora era yo el que sentía compasión por él. De todos modos, ninguna acción iba a importar, unos minutos más tarde todo sería irrelevante.

Con cuidado, saqué el arma del gabán. Aún la sujetaba con firmeza, con el seguro desbloqueado y el dedo en el gatillo. Se la mostré despacio, por lado y lado. Él la detalló - muchas gracias hombre - De pronto, su expresión cambió y, con determinación, se abalanzó sobre mí. Con una gran habilidad me sujetó la mano en la que sostenía el arma y la acercó a él, hasta que el cañón resultó presionando su pecho. Con el otro brazo me aprisionó impidiendo que me alejara de él.
- ¡¿Qué está haciendo?! ¡¿Está loco?!
- ¡Si usted se va a quitar la vida, primero tiene que acabar con la mía!
- ¡¿Qué mierda pasa por su cabeza?!
- No estoy loco, estoy seguro de que usted es incapaz de hacerlo. Eso demostraría que aún hay cosas que valora y que su propia muerte no es necesariamente la primera de sus prioridades - se acercó para presionar la pistola con más fuerza - si es incapaz de matarme, tendría que reconsiderar su posición, porque seguramente hay cosas que no ha tenido en cuenta - la mano me temblaba, sentía el corazón latir con fuerza, tenía la sensación de que los pulmones estaban por salirse de mis costillas - ¡Si lo va a hacer hágalo de una puta vez! - gritó él con insistencia. La angustia terminó por consumirme, veía impresionado cómo el arma se movía frenéticamente en el esternón del policía...¡¿Qué hacer?! ¡¿El suicidio era tan imperante que sería capaz de acabar con la vida de otro con tal de llevar mi resolución a cabo?!

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