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Análisis escueto del tiempo (y crítica escueta al cientificismo)

Ejercicio filosófico de aquellos que no tienen alcance práctico inmediato, pero se hace por simple placer. ¿Qué es el tiempo? Cambio la pregunta para ser humilde y modesto epistemológicamente... ¿Qué entiendo yo por tiempo? 


Transcurrir y persistir

Hay un factor determinante que considero que está estrechamente ligado al tiempo: el cambio. Hablo de tiempo única y exclusivamente si puedo dar cuenta de que algo "pasó" o se modificó. Pero tengo que ir más despacio. ¿Cuando se habla de cambio? Cuando puedo diferenciar una cosa de otra. 

Suponga que está sentado en su habitación en la noche, las cortinas cerradas, las luces encendidas, no se escucha un solo ruido afuera. Usted está despierto viendo las cosas de su cuarto. En principio pareciera que nada se mueve, que todo está estático... En teoría nada cambia. Pero usted puede dar cuenta de un "antes" y un "después", la percepción consciente es como un río que se mueve constante,  usted no siente que esté detenido, como si fuera una foto, usted logra estimar que lleva una cantidad de minutos en su habitación, aún si no mira el reloj. Claro, la medida puede estar errada, pero no por ello deja de sentir que las cosas transcurren, el tiempo se siente.

La percepción de "transcurrir" es nuestro primer acercamiento a la noción del tiempo. 

Por otro lado, aún cuando la habitación está estática, sabemos que no surgió de la nada. Parte de la experiencia consciente es saber que las cosas persisten. El tiempo también es un reconocimiento de la continuidad de las cosas. La casa no se crea por generación espontánea y, salvo que algo muy excepcional ocurra, no desaparecerá de un microsegundo a otro. La aparente consistencia del todo, nos da también una idea de que las cosas "duran", nos da la impresión de que aquello existe tiene estados que se almacenan. No percibimos un mundo infinitamente fluctuante: tengo un cuerpo y es muy seguro que unos minutos lo siga teniendo, no se desintegra, no se modifica, no soy ahora humano y en un segundo cabra. En los momentos de confusión onírica o alucinatoria, podemos sentir que dejamos de ser consistentes, pasar de un estado a otro de forma frenética, no obstante, el curso del sentir y del pensamiento no deja de tener cierta forma, cierta definición por más escueta que sea, somos durante un periodo algo, no se desintegra la percepción del estado. 

Aquí hay dos nociones que se oponen entre otras como dos fuerzas en tensión. Por un lado el cambio, percibido como la experiencia del transcurrir, y por el otro el "estado continuo", percibido como la experiencia del persistir. No voy a irme a la minucia ontológica de este asunto, la eterna disputa entre lo discreto y lo continuo. No tengo ni las ganas ni las herramientas intelectuales para responder esta cuestión en términos metafísicos. Por lo que me iré con una resolución mucho más pragmática, el tiempo, al menos ese que se experimenta de forma subjetiva, no es otra cosa que esa tensión misma entre el transcurrir y el persistir (aún si de facto el tiempo es puro cambio o puro persistir, mi experiencia subjetiva habla de una pugna entre ambas cosas). No veo cambio si no hay algo estable, ¿Cómo dar cuenta de que X cambia a X', si no hay una propiedad p de este que haya permanecido estable lo suficiente para que se pueda decir que ya no es p sino p'? Nuestra experiencia subjetiva temporal no es más que reconocer que las cosas así como cambian, se mantienen. En los estados alterados de conciencia, cuando los sucesos suelen ser mucho menos estables y más vertiginosos, es cuando es más fácil perder la noción del tiempo, un minuto se puede hacer una hora y viceversa. No es que el tiempo deje de transcurrir, es que la tensión se percibe de un modo distinto. 


Pasado, presente y futuro

Una de las formas más comunes de analizar el tiempo es haciendo esta división. Esta se hace particularmente confusa, especialmente si hablamos de sucesos muy cercanos entre ellos.

- ¿Para usted cuándo es el presente?
- Ya, ya, ya, ya
- ¿Cuál de los cuatro "ya"? 
- Ninguno

En la cotidianidad este problema del presente inmediato normalmente no se presenta, no vamos por la vida cuestionándonos constantemente "qué tan pronto es pronto". El momento actual es fácilmente comprensible mientras no se intente verbalizar. Cada acto consciente es un ahora, y cada remembranza es un antes. El instante infinitesimal es para la experiencia tan solo una categoría analítica, matemática, física, la experiencia del tiempo no se siente como una sucesión de instantes, sino como, nuevamente, un río fluyendo, una onda, el ahora se experimenta como una cresta, pero la cresta ocupa cierto grosor, no es un punto aislado, es un todo a la vez. 

Imaginar es al futuro lo que recordar es al pasado, mientras que sentir le corresponde al presente. 
Aún cuando nos emocionamos por recuerdos del pasado o nos sentimos ansiosos por el futuro, la sensación misma le corresponde al ahora y no al antes ni al después. Ahora bien, el pasado marca la tendencia de cómo se siente el presente, el tiempo es huella de sí mismo. Todo lo que es hoy está condicionado -- mas no determinado -- por lo que fue ayer. 

- Ver el helado de fresa me da ganas de llorar.
- ... Pero es un helado...
- Es que es lo que estaba comiendo cuando falleció mi perrito.
- Comprendo...

Reconozco lo raro que es decir el ahora es lo mismo que el sentir. Pero no encuentro otro modo de hablar de la experiencia subjetiva del tiempo presente. Si no somos de cierto modo conscientes (digo de cierto modo, porque en el sueño también somos capaces de "dar cuenta" de lo que ocurre -- Ver la entrada del "Análisis no exhaustivo de la conciencia" y la entrada de "La Razón drogada, alcohólica y soñadora" --)  no podemos hablar de presente. El presente ocurre si hay una conciencia donde pueda ocurrir.  Le recuerdo al lector que hablo del tiempo subjetivo y no el tiempo como entidad ontológica por sí misma. ¿Serán cosas distintas? ¿Cómo hace la física para salvar las distancias entre ambas cosas? Dijo Einstein que "el tiempo de los filósofos no existe", mientras sentía la tensión del transcurrir y el persistir en medio de esa conferencia. ¿Nuestro soporte epistemológico por defecto es un saber que descarta la experiencia humana? 

Ciencia para máquinas que sienten en cifras. 

Me desvié del tema...  Pero ya que estoy en esas... hagamos una sección de este desvío.

Einstein vs Bergson

Cuando Einstein presentó su teoría de la relatividad, Bergson salió, primero a felicitarlo, luego a cuestionarle cómo era posible que hubiera formulado una teoría del tiempo que no tuviera siquiera en consideración la experiencia subjetiva que tiene cada uno. Aquí se generaba una ruptura que terminaría por sepultar, no solo la filosofía, sino el saber empírico humano; las matemáticas se convirtieron en el juez de la retórica y, a hoy, terminaron siendo las que determinan, no solo la validez epistemológica de las cosas, sino su posibilidad ontológica, si no se puede medir ni traducir a fórmulas, no existe. No pretendo generalizar, la ciencia no es homogénea, ni todos los que participan de ella son cientificistas, pero me da la terrible sensación de que muchas personas, científicos o no, han depositado su fe ciega en ella... Después de que las ciencias humanas reconocieran los peligros de la "objetividad", los cientificistas han decidido, no solo recuperar la noción, sino endiosarla y demeritar todo saber que no pretenda semejante propósito.

Para ellos, nuestro saber cotidiano pasó a segundo plano, nuestra experiencia dejó de tener validez... El tiempo de los filósofos no existe.

No hace falta pensar como filósofo para tener una experiencia del tiempo muy diferente a la de la ciencia, esa experiencia es la que se pone en manifiesto acá. El tiempo no solo se ve transformado por los cuerpos de gran masa, o que van a grandes velocidades, también por la gente que se divierte y siente que una hora pasa en un minuto.

¿Me estoy inventando un muñeco de paja? 

De pronto. 

Pero es que descargo mi molestia al tufillo cientificista de algunos, que se sienten como emperadores de todo lo existente y lo que están haciendo es estrechar sus posibilidades epistemológicas, 

Esta sección no es contra-científica ni mucho menos, las matemáticas dan cuenta de muchos aspectos de lo real, díganmelo a mí que soy ingeniero. Estoy en contra es de aquellos que no reconocen los límites mismos de las ciencias, y en lugar de aceptar humildemente sus alcances, prefieren decir que lo demás no existe, o es puro engaño. 

El tiempo de los filósofos si existe y lo vivimos a diario.

Envejecer

Dejando de lado esa sección inesperada, sigamos pues con nuestro análisis. 

Una de las formas más humanas de dar cuenta que el tiempo existe es a través del envejecimiento. Nuestro cuerpo se convierte en evidencia misma de la tensión que hay entre el persistir y el transcurrir. Más allá del número de nuestra edad, lo que verdaderamente da cuenta de que las cosas han pasado, es el desgaste que el organismo va recibiendo de su continuo funcionar, entre más lleve funcionando, más desgaste posee y, por ende, más vieja se ve y siente la persona. El tiempo medido en función de la edad se asume por etapas. Colecciones de vivencias agrupadas por la capacidad corporal, la cantidad de experiencia adquirida, los comportamientos sociales, entre otro conjunto de cosas que se agrupan en las categorías de infancia, adolescencia, adultez y vejez. Esta forma de medir el tiempo es muy interesante, pues pone al cuerpo como referencia. Ahora bien, no es el cuerpo sin más, es el contexto en que este se halla: el cuerpo pequeño que juega, el cuerpo maduro que va a visitas médicas, el cuerpo hormonal adolescente, el cuerpo sentado en oficina adulto. Imágenes por etapas, que pueden concordar más o menos con la realidad subjetiva de cada uno, pero se convierten en referentes para dar cuenta el tiempo recorrido en la vida. Un niño en corbata sentado en un cubículo es tan cómico como un viejo haciendo pataleta en el suelo porque no le compraron un helado. 

En conclusión, la experiencia temporal también se asume como una amalgama biológico-social que se experimenta en lo cotidiano. 

A cada etapa sus funciones y exigencias.

- ¿Y ese brazo roto?
- Intenté pararme de manos...  salió mal.
- Usted ya está muy viejo para hacer esas cosas. 

Los relojes y los segundos

"Cuando te regalan un reloj, te regalan un pequeño infierno florido" escribía Cortázar. 

Los relojes son la imagen por excelencia que se asocia con el tiempo. Estas máquinas que estandarizan y hacen "objetivas" la experiencia del persistir y transcurrir. El reloj parte el tiempo por instantes, cada línea dibujada en aquel círculo, es un estado temporal. Una abstracción de ese río continuo. El reloj, junto con los calendarios, son la exigencia social hecha máquina y herramienta. 

Es la obligación del cumplir hecha medida. 

Llegas a tal hora; haces esto en este periodo determinado; Pagas tal día; Haz tardado mucho.

Convertir el tiempo en un pasar del reloj es asumirlo como carencia. Le pones un valor máximo de segundos a tu vida y vas descontando con cada tic tac. Los relojes cumplen su función pragmática, son excelentes herramientas para la vida en sociedad, pero no deberían ser ni nuestros amos, ni nuestras figuras referenciales de lo temporal. 

El ahora es el sentir y no la hora del reloj.

Las cosas pasan aunque no se midan. 

Según la cuántica, el observador interviene en la realidad al medirla. Pero eso no significa que la realidad dependa enteramente del observador. Del mismo modo, la medida temporal afecta nuestra experiencia del transcurrir, pero este sentir del tiempo no está limitado por la cifra del reloj. 

¡Qué esclavizante es reducir el tiempo a la medida de un aparato! 

 Conclusiones

¡Ah! el tedioso ejercicio de conclusión para que el texto no se sienta con un final abrupto.

 



 

 



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